Por Martina Von Wernich
Hablar o morir, y mientras
uno siga hablando
no morirá.
Paul Auster, “La invención de la
soledad”.
Hacer que un hombre
vea una cosa ante sus ojos,
mientras se le muestra otra distinta.
Paul Auster, “La invención de la
soledad”.
“Semejantes a una escena a la que asistimos en la calle, y su sentido, según el punto de vista que adoptemos para interpretarla, puede variar hasta el infinito. (…) Del mismo modo que para diferentes testigos un incidente callejero, para sus diferentes lectores su sentido puede ser diferente cada vez, lo que sin hacerle perder ni su brillo ni la fascinación que ejerce sobre esos lectores, vuelve la escena opaca, incierta y contradictoria”(Saer, 20: 2015)La narración es un fiel espejo de las acciones del hombre; el hombre se mira en este espejo, se reconoce en él. Como dice Susana Ynés González: “la literatura es más que lenguaje, es el espacio de reconocimiento de todas las mutaciones sociales, concatenación singular, de objetos particulares, de atributos, que cifran el mundo”. (Susana Ynés González Sawczuk: 2014) Así, siendo la verosimilitud la característica predominante, dentro de la obra se representa la vida real. Los acontecimientos son ficticios, no se relata algo que ya sucedió, pero, dados los conocimientos que tenemos sobre la realidad objetiva que nos rodea, entendemos que es posible que suceda. Esto hace que, al momento de la lectura, se genere un pacto entre el escritor y el lector. El escritor, como dice Saer en “El concepto de ficción” (2014), señala el carácter doble de la ficción, que mezcla, de un modo inevitable, lo empírico y lo imaginario. (12) El lector, como receptor, sabe de antemano que los hechos no deben ser verificados: no somete al texto a una prueba de verdad. En palabras de Goethe, citado en la misma obra de Saer, el autor pide permiso para tratar el universo a su manera. (12)
Yo soy yo y mi circunstancia;
y si no la salvo a ella, no me salvo
yo.
Ortega y Gasset, “Meditaciones del
quijote”.
De la misma forma que nos definen como seres psicológicos y sociales, y recurriendo a una premisa obvia, ya que el autor es también un ser psicológico y social, podemos decir que las circunstancias actúan sobre él a la hora de escribir. Las circunstancias comienzan la definición como figura de una persona, atraviesan su psiquis. Las mismas varían, infinitamente, de uno en otro. El narrador, siempre atravesado por una coyuntura diferente -en mayor o menor medida- a la de sus lectores, empapa -consciente o inconscientemente- su obra de ellas. Esta es determinada por las mismas circunstancias que determinan su vida en general. La forma, los hechos, los personajes e incluso la figura del narrador como persona se ven determinados por la coyuntura que se dio en cierta época y lugar específicos. Al momento de interactuar con su obra, a veces siglos después de haber sido escrita, el lector absorbe de alguna manera todas esas eventualidades, haciendo, desde otro punto de la historia, y con el debido e inevitable alejamiento, que esas mismas sean parte de sus propias circunstancias. Además del vínculo dialógico que se establece entre el autor y el lector, al momento de la interpretación de la obra se genera un nuevo diálogo introspectivo entre el lector y su propio yo, que resignifica lo recibido, le da un sentido propio, y lo adopta para sí.
Narrar es tomar decisiones.
Ricardo Piglia.
La realidad, el entorno, sigue existiendo a nuestro alrededor. Seguimos formando parte de esa red vincular, siendo, en gran medida, por y para los demás, lo que también significa una enorme responsabilidad. Actuamos como espejos y nos reflejamos en la otredad. Vivimos sumergidos en las profundidades de un mundo sincrónico, plagado de acontecimientos, de realidades objetivas y subjetividades, en el que decidimos cómo queremos ser, qué queremos ser, o por lo menos, lo que no queremos.
¿Dónde comienza un principio, y desde qué punto puede uno empezar a entrever el final? El tiempo corre: firme, sin descanso. Dentro de su infinidad, -dando por hecho que, del tiempo, no conocemos su principio ni su final-, millones de acontecimientos suceden y -se- suceden entre sí, creando un entramado de sincronicidades que jamás se detiene, jamás deja un espacio en blanco. Es un ritmo constante. Un ritmo que se compone de una infinidad de comienzos y finales. El narrador, quien, en su universo de ficción es un creador todopoderoso, tiene la fuerza y la capacidad de decidir: dónde poner un punto de partida, y dónde un punto final. Luego, decide qué hecho se desencadenará a partir del anterior, y ese mismo, de cual otro será causa. Podrían estar sucediendo, en ese mismo universo, como en la vida real, millones de secuencias en el mismo instante. Pero, al igual que en esa realidad, en la que la condición de ser seres finitos nos obliga en cierto modo a decidir, a optar, el mundo del narrador, no como persona en sí, sino también como ese creador todopoderoso que vuelca ideas y signos en un papel en blanco, es igualmente acotado; no es infinito. ¿Entonces, es realmente todopoderoso? ¿Cuáles son sus límites al momento de narrar? El espacio, la memoria, el interés que debe generar en el lector. Se siente presionado dentro de su enorme poder creador: comienza a decidir. El comienzo de la obra es fácil de reconocer, es una figura objetiva frente a los ojos de cualquiera; el final, también. Pero dentro de ese universo, acotado, como hemos dicho, los comienzos y los finales no dejan, jamás, de formar parte de la escena; lo conforman todo. En el espacio entre medio, los acontecimientos les dan su significado, expresan la esencia. Las similitudes con la vida real, en este sentido, son imposibles de negar. El tiempo corre, sin cesar, mientras que el lapso ficticio siempre está del lado del narrador, quien lo utiliza a su conveniencia para convertir la idea en lo concreto. Avanza, retrocede, y avanza un poco más. Las leyes del pasado, del presente y del futuro no existen para ese ser todopoderoso, que viaja de un pretérito al futuro más incierto, con el goce de la comodidad, como si tuviese una máquina del tiempo en sus manos.
-Saer, Juan José. (2014). "La narración-objeto". La narración-objeto. Buenos Aires: Seix Barral, 20.
-Saer, Juan José. (2014). “El concepto de ficción”. El concepto de ficción. Buenos Aires: Seix Barral, 12.
-González Sawczuk, Susana Ynés. (2014) “Literatura y memoria: espacios de subjetividad”. Santiago, Chile. SciELO. Recuperado de https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-58112014000100004
-Vela, Halina. (2014). Literatura y realidad. México. Siempre! Presencia de México. Recuperado de http://www.siempre.mx/2014/02/literatura-y-realidad/
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