Por Laura Ballarino y Renata Fornillo
Instante de ver
Cuerpos privados… ¿de qué?
En un contexto mundial que resiste a la significación, que obtura el sentido y escapa a una definición unívoca se inscribe-escribe una comunidad suspendida, carente de espejos que identifican, y exenta de relaciones. Donde las rutinas y lo cotidiano desaparecen con tal rapidez que huye a la toma de conciencia, las formas constantes se desmoronan y aparece lo trastocado, invertido y convertido como nuevas formas de habitar y habitarnos.
Los acontecimientos que se nos presentan muy bien serían novelas de Stephen King, George Orwell y, porqué no, una crónica radiofónica relatada por Orson Welles. Como así también un buen fragmento de “La peste” de Camus o una gran adaptación de Saramago del Ensayo sobre la ceguera: enemigos invisibles, escondites secretos, escasez de suministros, miedo generalizado, aislamiento social, acumulación de productos, calles vacías y silencio.
En la llamada “era de la virtualidad”, utilizar un dispositivo para pedir 1/4 de helado a domicilio era un gusto que pocos nos dabamos cada tanto para disfrutar al finalizar un día ajetreado. A partir del 20 de marzo de este año, cuando por cadena nacional el presidente de la Nación anuncia que dará inicio a la llamada cuarentena obligatoria, nuevos significantes se incorporaron a nuestro léxico: coronavirus, cuarentena, aislamiento.
Muchas preguntas nos invadieron, tal vez no de manera inmediata pero, con el pasar de los días y con la exposición a los medios masivos de comunicación, de algo estábamos seguros: que nos exigían el #QuedateEnCasa como la mejor condición para prevenir los contagios del virus SARS-CoV-2. Bajo este famoso hashtag, nos comunicaban que esta medida era lo mejor en esos tiempos de tanta incertidumbre en materia de conocimientos científicos.
Ante esta imposición, nos surgen algunos interrogantes: ¿Mejor para quién? ¿Para aquel niño que cada día sale a la esquina a lavar vidrios de autos y a reclamar una moneda para comer algo? ¿Para esa mujer que hace meses está expuesta a los golpes e insultos de su marido por no poder conseguir trabajo? ¿Para esa enfermera que pasa sus noches cambiando sueros en el hospital a cambio de unos pesos por mes?
Una infinitud de condiciones se anteponen a esa imposición, claro está: mantener el curso de la renombrada normalidad -o al menos de lo que estábamos haciendo- fue posible, si en casa había una red de conexión a Internet, un celu o una compu a través de los cuales conectarnos a los Meets o Zooms, sin dejar de lado lo fundamental de un espacio en el que poder al menos escuchar lo que se decía, sin la interrupción de algún conviviente. Se desprende de ello el surgimiento de nuevas formas de exclusión: quienes no cuentan con dichos “lujos” quedan por fuera.
Este control social de nuestros cuerpos, de las relaciones sociales, sexuales, deseantes, políticas y económicas, de los meros acercamientos y roces, de nuestras subjetividades puestas en acto en estos escenarios tan diversos en la obra del confinamiento, nos siguen interpelando.
Miquel Bassols (2020) invita a pensar la analogía de esta situación de distanciamiento social con el dispositivo panóptico: distanciados pero vinculados a la vez. Considera cómo la distancia se hace relativa, se hace inconsistente para explicar estos tiempos.
Esta situación, a su vez, la piensa en relación con la extimidad, entendida por Lacan como el punto siniestro que habita cada uno. Lo extimio considerado como lo más íntimo pero que a su vez, está en el exterior. El lugar mismo del inconsciente, tan íntimo y tan lejano a la vez.
Además, Bassols (2020) analiza el eufemismo distancia social: el psicoanalista considera que hay una ideología implícita del control por la reducción del sujeto de la palabra y del goce a su cuerpo, a un objeto orgánico.El llamado distanciamiento social puede imponernos un distanciamiento subjetivo en la medida en que nos encontramos reducidos como sujetos a un par de organismos físicos que pueden contagiarse del virus por estar en contacto con otros.
Como dato curioso la palabra tacto y el verbo contaminar comparten la misma raíz procedente del latín, lo que da cuenta de una cierta relación, no poco casual, entre la situación paradójica del anhelo al tacto y del miedo al contagio. El roce es egoísmo y ahora el cuerpo, campo de batalla por excelencia, se presenta como medio capaz de infectar y ser infectado, como vulnerable y enfermo. El padecimiento como acontecimiento privado e íntimo hoy rompe las barreras y da cuenta que es parte de un efecto de múltiples realidades y entramados que no son sino públicos, que implican a otros y a los modos de producir, para reproducirnos en el terreno social. ¿Cómo pensar prácticas de salud en este contexto emergente? ¿En donde situamos las prácticas de cuidado y asistencia? Y específicamente en el ámbito de la clínica y su transferencia cabe preguntarnos ante qué sujeto nos enfrentamos detrás de una pantalla y si existe allí un cuerpo.
Lacan (1953) en “Función y Campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” expresa:
Este desafío, esta apuesta constante de renovación cuando “todo el aparato simbólico, se revela de repente impotente para atemperar un real” (Miller, 2008). Un real que escapa, aunque sus efectos aún no pueden medirse, hay algo que no puede nombrarse, ni enlazarse, pero insiste.
Así mismo lo real sin ley hoy se disfraza de virus, desbaratando y alterando las ficciones que sostenían, tiempo atrás, la vida cotidiana.
En palabras de Miquel Bassols (2020) en su aporte para la revista Virtualia, “La ley de la naturaleza y lo real sin ley”, manifiesta con precisión:
En la misma línea, continua:
Se imponen cuerpos privados, algunos más que otros, realidades desiguales, aislamientos en casas, prisiones, hospitales; aislamientos sin techos, sin comida, ni luz; aislamientos entre algodones y melodías. Aislamientos al fin. Angustias deslocalizadas, sueños sin soñador que flotan y pululan porque no hay tiempo para soñar.
Tiempo de comprender
Consultorios vacíos: cuando la palabra sigue haciendo eco
Ante esta situación que plaga los discursos de angustia, desesperación, incertidumbre, ansiedad, se encuentra la experiencia del análisis. Los/as profesionales que buscan alojar dichas narraciones, encuentran un leve eco, que rebota y se asemeja a lo propio. Se encuentran por un lado, luchando con las obligaciones éticas y de respeto que imponen las prácticas en salud mental de mantener el encuadre, la confidencialidad, privacidad y un canal óptimo de comunicación, impuesta por la ley que ampara los derechos y deberes de los pacientes. Y, por otro lado, se cuelan las contingencias y las particularidades del caso a caso ante las cuales emergen interrogantes, acerca de la realidad de ese sujeto que pide análisis.
De más está decir, que en el análisis la dimensión del espacio también se vio completamente subvertida por la utilización de dispositivos y aplicaciones digitales, al menos en dos cuestiones: por un lado, el espacio privado, y por otro lado, la dimensión del cuerpo.
Será ante esta situación que surjan en el espacio de análisis múltiples variantes -por llamada, videollamada o a través de algunas de las múltiples plataformas digitales- pero lo fundamental, es que es en ese espacio en el que se tratará de mantener abierta la dimensión de la pregunta, un espacio en el cual sea posible decir y preguntarnos acerca de cómo estamos viviendo esta pandemia. Se tratará en este sentido de “apalabrar los encierros, las fantasías y los temores mortíferos de lo incierto (...) No obturar sino mantener abierta la posibilidad deseante que implica soportar la angustia” (Vega, 2020, p.6)
Quisiéramos introducir una forma de lectura, que a nuestro modo de ver posibilita ampliar la mirada de los acontecimientos sociales y las diversas modalidades subjetivas puestas en acto en todo entramado social: leer entre líneas, la cual implica contemplar lo puesto entre paréntesis, lo desdibujado en las prácticas cotidianas -muchas veces homogeneizantes- y lo disfrazado en medio de discursos normativos. Se trata de recuperar lo que es dicho hasta su propio límite de lo decible, se trata de saber leer más allá del sentido, se trata de la escucha y la lectura de lo singular en el campo de la Salud Mental.
Ante ello surgen los interrogantes: ¿es posible seguir la experiencia psicoanalítica por internet, sin la presencia real de los cuerpos del analista y del analizante en la realidad valiéndonos únicamente de la imagen y de la voz transmitidas por internet y separadas del cuerpo real? ¿Es posible aplicar el psicoanálisis a distancia?
Cuerpos privados… ¿de qué?
En un contexto mundial que resiste a la significación, que obtura el sentido y escapa a una definición unívoca se inscribe-escribe una comunidad suspendida, carente de espejos que identifican, y exenta de relaciones. Donde las rutinas y lo cotidiano desaparecen con tal rapidez que huye a la toma de conciencia, las formas constantes se desmoronan y aparece lo trastocado, invertido y convertido como nuevas formas de habitar y habitarnos.
Los acontecimientos que se nos presentan muy bien serían novelas de Stephen King, George Orwell y, porqué no, una crónica radiofónica relatada por Orson Welles. Como así también un buen fragmento de “La peste” de Camus o una gran adaptación de Saramago del Ensayo sobre la ceguera: enemigos invisibles, escondites secretos, escasez de suministros, miedo generalizado, aislamiento social, acumulación de productos, calles vacías y silencio.
En la llamada “era de la virtualidad”, utilizar un dispositivo para pedir 1/4 de helado a domicilio era un gusto que pocos nos dabamos cada tanto para disfrutar al finalizar un día ajetreado. A partir del 20 de marzo de este año, cuando por cadena nacional el presidente de la Nación anuncia que dará inicio a la llamada cuarentena obligatoria, nuevos significantes se incorporaron a nuestro léxico: coronavirus, cuarentena, aislamiento.
Muchas preguntas nos invadieron, tal vez no de manera inmediata pero, con el pasar de los días y con la exposición a los medios masivos de comunicación, de algo estábamos seguros: que nos exigían el #QuedateEnCasa como la mejor condición para prevenir los contagios del virus SARS-CoV-2. Bajo este famoso hashtag, nos comunicaban que esta medida era lo mejor en esos tiempos de tanta incertidumbre en materia de conocimientos científicos.
Ante esta imposición, nos surgen algunos interrogantes: ¿Mejor para quién? ¿Para aquel niño que cada día sale a la esquina a lavar vidrios de autos y a reclamar una moneda para comer algo? ¿Para esa mujer que hace meses está expuesta a los golpes e insultos de su marido por no poder conseguir trabajo? ¿Para esa enfermera que pasa sus noches cambiando sueros en el hospital a cambio de unos pesos por mes?
Una infinitud de condiciones se anteponen a esa imposición, claro está: mantener el curso de la renombrada normalidad -o al menos de lo que estábamos haciendo- fue posible, si en casa había una red de conexión a Internet, un celu o una compu a través de los cuales conectarnos a los Meets o Zooms, sin dejar de lado lo fundamental de un espacio en el que poder al menos escuchar lo que se decía, sin la interrupción de algún conviviente. Se desprende de ello el surgimiento de nuevas formas de exclusión: quienes no cuentan con dichos “lujos” quedan por fuera.
Este control social de nuestros cuerpos, de las relaciones sociales, sexuales, deseantes, políticas y económicas, de los meros acercamientos y roces, de nuestras subjetividades puestas en acto en estos escenarios tan diversos en la obra del confinamiento, nos siguen interpelando.
Miquel Bassols (2020) invita a pensar la analogía de esta situación de distanciamiento social con el dispositivo panóptico: distanciados pero vinculados a la vez. Considera cómo la distancia se hace relativa, se hace inconsistente para explicar estos tiempos.
Esta situación, a su vez, la piensa en relación con la extimidad, entendida por Lacan como el punto siniestro que habita cada uno. Lo extimio considerado como lo más íntimo pero que a su vez, está en el exterior. El lugar mismo del inconsciente, tan íntimo y tan lejano a la vez.
Además, Bassols (2020) analiza el eufemismo distancia social: el psicoanalista considera que hay una ideología implícita del control por la reducción del sujeto de la palabra y del goce a su cuerpo, a un objeto orgánico.El llamado distanciamiento social puede imponernos un distanciamiento subjetivo en la medida en que nos encontramos reducidos como sujetos a un par de organismos físicos que pueden contagiarse del virus por estar en contacto con otros.
Como dato curioso la palabra tacto y el verbo contaminar comparten la misma raíz procedente del latín, lo que da cuenta de una cierta relación, no poco casual, entre la situación paradójica del anhelo al tacto y del miedo al contagio. El roce es egoísmo y ahora el cuerpo, campo de batalla por excelencia, se presenta como medio capaz de infectar y ser infectado, como vulnerable y enfermo. El padecimiento como acontecimiento privado e íntimo hoy rompe las barreras y da cuenta que es parte de un efecto de múltiples realidades y entramados que no son sino públicos, que implican a otros y a los modos de producir, para reproducirnos en el terreno social. ¿Cómo pensar prácticas de salud en este contexto emergente? ¿En donde situamos las prácticas de cuidado y asistencia? Y específicamente en el ámbito de la clínica y su transferencia cabe preguntarnos ante qué sujeto nos enfrentamos detrás de una pantalla y si existe allí un cuerpo.
Lacan (1953) en “Función y Campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” expresa:
Mejor que renuncie quien no pueda reunir a su horizonte la subjetividad de su época. Pues ¿cómo podría hacer de su ser el eje de tantas vidas aquel que no supiese nada de la dialéctica que lo lanza con esas vidas en un movimiento simbólico? Que conozca bien la espiral a la que su época lo arrastra en la obra continuada de Babel, y que sepa su función de intérprete en la discordia de los lenguajes (1995, p.309)
Así mismo lo real sin ley hoy se disfraza de virus, desbaratando y alterando las ficciones que sostenían, tiempo atrás, la vida cotidiana.
En palabras de Miquel Bassols (2020) en su aporte para la revista Virtualia, “La ley de la naturaleza y lo real sin ley”, manifiesta con precisión:
La experiencia de lo real en la que nos encontramos no es pues tanto la experiencia de la enfermedad misma sino la experiencia de este tiempo subjetivo que es también un tiempo colectivo, extrañamente familiar, que sucede sin poder representarse, sin poder nombrarse, sin poder contabilizarse. Es este real el que le interesa y trata el psicoanálisis. La dimensión de síntoma de esta experiencia sucede sin estar necesariamente habitados por el coronavirus mismo, solo por el discurso que intenta dar un sentido a su irrupción en la realidad como efecto de la pura ley de la naturaleza.
La ley de la naturaleza puede ser previsible ‒esta es tarea de la ciencia‒. Lo real sin ley no es previsible ‒esta es tarea del psicoanálisis‒. Ante esta diferencia estará bien recurrir hoy a la máxima de los estoicos para hacer una experiencia colectiva de lo real de la manera menos traumática posible: serenidad ante lo previsible, coraje ante lo imprevisible y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro.
Se imponen cuerpos privados, algunos más que otros, realidades desiguales, aislamientos en casas, prisiones, hospitales; aislamientos sin techos, sin comida, ni luz; aislamientos entre algodones y melodías. Aislamientos al fin. Angustias deslocalizadas, sueños sin soñador que flotan y pululan porque no hay tiempo para soñar.
Tiempo de comprender
Consultorios vacíos: cuando la palabra sigue haciendo eco
Ante esta situación que plaga los discursos de angustia, desesperación, incertidumbre, ansiedad, se encuentra la experiencia del análisis. Los/as profesionales que buscan alojar dichas narraciones, encuentran un leve eco, que rebota y se asemeja a lo propio. Se encuentran por un lado, luchando con las obligaciones éticas y de respeto que imponen las prácticas en salud mental de mantener el encuadre, la confidencialidad, privacidad y un canal óptimo de comunicación, impuesta por la ley que ampara los derechos y deberes de los pacientes. Y, por otro lado, se cuelan las contingencias y las particularidades del caso a caso ante las cuales emergen interrogantes, acerca de la realidad de ese sujeto que pide análisis.
De más está decir, que en el análisis la dimensión del espacio también se vio completamente subvertida por la utilización de dispositivos y aplicaciones digitales, al menos en dos cuestiones: por un lado, el espacio privado, y por otro lado, la dimensión del cuerpo.
Será ante esta situación que surjan en el espacio de análisis múltiples variantes -por llamada, videollamada o a través de algunas de las múltiples plataformas digitales- pero lo fundamental, es que es en ese espacio en el que se tratará de mantener abierta la dimensión de la pregunta, un espacio en el cual sea posible decir y preguntarnos acerca de cómo estamos viviendo esta pandemia. Se tratará en este sentido de “apalabrar los encierros, las fantasías y los temores mortíferos de lo incierto (...) No obturar sino mantener abierta la posibilidad deseante que implica soportar la angustia” (Vega, 2020, p.6)
Quisiéramos introducir una forma de lectura, que a nuestro modo de ver posibilita ampliar la mirada de los acontecimientos sociales y las diversas modalidades subjetivas puestas en acto en todo entramado social: leer entre líneas, la cual implica contemplar lo puesto entre paréntesis, lo desdibujado en las prácticas cotidianas -muchas veces homogeneizantes- y lo disfrazado en medio de discursos normativos. Se trata de recuperar lo que es dicho hasta su propio límite de lo decible, se trata de saber leer más allá del sentido, se trata de la escucha y la lectura de lo singular en el campo de la Salud Mental.
Ante ello surgen los interrogantes: ¿es posible seguir la experiencia psicoanalítica por internet, sin la presencia real de los cuerpos del analista y del analizante en la realidad valiéndonos únicamente de la imagen y de la voz transmitidas por internet y separadas del cuerpo real? ¿Es posible aplicar el psicoanálisis a distancia?
La manera más salvaje, selvática y salvadora de mover el cuerpo, la manera más sutil y muscular, más cerca de la materia hecha fuente porque fuente es, el movimiento del cuerpo más insultante de todo y, si si se quiere, el más amoroso, es la palabra y hablar (Enric Casasses). Imagen: Tute |
Dichos cuestionamientos planteados por el psicoanalista Miquel Bassols (2020), invaden las prácticas de análisis y nos invitan a pensar en torno a la imposibilidad de su continuidad sin alteraciones. Alteraciones entendidas de cómo a través del distanciamiento social, distanciamiento de los cuerpos reducidos a lo meramente orgánico, se deja fuera de juego el cuerpo hablante, el cuerpo del goce.
Ante ello, será la palabra, el discurso o el relato el que permitirá tratar los agujeros, los desgarrones que se hacen presentes en el tejido de nuestra experiencia, entendiendo que no hay ahí buena distancia posible con el inconsciente. Ante ello, Bassols (2020) propone el acercamiento subjetivo como una posición analitica, una vía posible a esa zona de mi ser que es el texto cifrado del inconsciente y al que sólo podemos acceder a través de la palabra que atraviesa distancias métricas. Dicha posición del analista permitirá escuchar y sostener la angustia de cada uno ante la muerte y también su irreductible deseo de vivir.
Además considera cómo la experiencia analitica es una experiencia de extrañamiento con el espacio más íntimo y más familiar, es la posibilidad de dar una vuelta por el otro lado, por el lado extremo del espacio de mi familiaridad para leer lo que está escrito en su reverso y parece que allí es necesario el espacio de intimidad que produce el dispositivo analítico en presencia de los cuerpos. Ahí la relación con el inconsciente y con el goce no puede medirse en términos de distancia física ni social, sino que implica una métrica singular para cada sujeto.
¿Cómo restaurar la dignidad del sujeto y los lazos, reintroduciendo la dimensión de lo imposible? Pensar nuevas formas de vínculos que incluyan el vacío, el sinsentido, que soporten la brecha imposible de re-cubrir (ese real imposible de decir) y que respete las diferencias -particularidades- del caso a caso.
Consideramos sustancial que, al teorizar sobre prácticas sociales-singulares, la ciencia encuentra sus límites en lo que es estrictamente particular, en lo no universalizable: aquello que habla del modo propio de todo ser hablante de gozar, sintomatizar, enlazar y simbolizar.
Ante ello, se nos impone como labor pensar y poner en acción prácticas en Salud Mental que incluyan matices, lecturas singulares que den lugar a interrogarnos los sentidos establecidos. Buscar un modo posible de habitar las instituciones de salud, haciendo valer en acto la potencia de una hiancia, de un paréntesis, de un agujero capaz de romper con ese sentido-para-todos.
Sirviéndonos de las concepciones de Jacques-Alain Miller, quisiéramos proponer la idea de que toda práctica constituya siempre un esfuerzo de poesía, en donde el sujeto se reserva una existencia, la propia, dejando a un lado la preocupación por lo común, por lo normativo, por la exactitud. Que sea el análisis el que posibilite ese espacio, esa abstracción de la norma, que brinde un lugar a lo propio, a la narración particular, singular, al invento en nombre propio, y al modo particular de habitar el mundo.
Ahora nos serviremos de algunas concepciones enunciadas por Eric Laurent en su dossier “El delirio de normalidad” para la Revista Virtualia en el año 2009. El reconocido psicoanalista francés propone que -cada uno- hace obstáculo a la norma de -todos-. Hay siempre una “x” que hace obstáculo al “para todos” y eso es lo que hace excepción a la norma. Y explica que cuando hablamos de casos, de los que damos testimonio, no lo hacemos en términos de psicopatología, sea de orientación psicoanalítica o no. Hablamos de casos, uno por uno. Consideramos que dar cuenta de ello es un giro a nivel discursivo que implica y conlleva una posición ética frente al sujeto. A su vez, en otro trabajo expresa que “la salud mental es lo que nos permite permanecer en el tren” , esta metáfora busca dar cuenta que habría más de un modo de permanecer en el tren. Podemos enunciar, de manera metafórica, los que viajan con boleto, los que desafían al guarda con obstinación, los que burlan al guarda sin ser sorprendidos, y todavía más por fuera del chiste, colgados del estribo, entre los vagones, etc. Los modos de permanecer en el tren podrían multiplicarse así hasta el punto de declarar que cada quién encuentra su propio modo, más allá de los previstos por protocolos de usuarios, gobernados por la utilidad, por nomenclaturas varias, consensuadas por especialistas, por legislaciones a la carta que protegen la permanencia.
Para finalizar, quisiéramos dar cuenta de una idea expuesta en el marco de las conferencias de la Escuela Orientación Lacaniana, sobre Psicoanálisis y Sociedad, a partir del cual entendemos que “una sesión de análisis es como un paréntesis. Nada más y nada menos. Un paréntesis en la existencia cronometrada del sujeto contemporáneo, este sujeto condenado a la utilidad directa” (Jacques-Alain Miller, 2005).
¿Estaremos preparados para concluir?
Referencias:
Bassols, M. (2020). La ley de la naturaleza y lo real sin ley. Dossier pandemia. Recuperado en: http://www.revistavirtualia.com/articulos/851/dossier-pandemia/la-ley-de-la-naturaleza-y-lo-real-sin-ley
Bassols, M. (2020). Distanciamiento social y acercamiento subjetivo. Conferencia organizada por el Seminario del Campo Freudiano en Valencia. Recuperado de:
https://www.youtube.com/watch?v=MCs3DYTYjjY&feature=share&fbclid=IwAR3yomiCbaTbHL2A-dO_FnANGDUp5TyJ6ttzdhFJuF-8rtY6kR_X2_cetjo
Laurent, E. (2009). El delirio de normalidad. Dossier síntoma y lazo social. ENAPAOL. Recuperado en: http://www.revistavirtualia.com/articulos/391/dossier-sintoma-y-lazo-social-enapaol/el-delirio-de-normalidad
Lacan, J. (2003). El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada: Un nuevo sofisma. En Escritos 1. Siglo XXI Editores.
Lacan, J. (2003). Función y Campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. En Escritos 1. Siglo XXI Editores.
Miller, J.-A. (2005). Psicoanálisis y sociedad. En Freudiana, 43/44, marzo-octubre. Barcelona.
Miller, J.-A., Entrevista publicada por la Revista Marianne, 2008 [en línea]. Consultado en: http://blog.elp.org.es/all/cat17/la_crisis_financiera_jacques_alain_miller/
Vega, Y. (2020). El sujeto conectado, en cuarentena. En Digitalidad y pandemia. Grupo de Investigación, Sociedad, Psicoanálisis y Tecnología Digital. Recuperado de:
https://www.puce.edu.ec/pdf/digitalidad-y-pandemia.pdf#page=7
0 Comments:
Publicar un comentario