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René
Magritte, El donante feliz, 1966.
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Por Lautaro Romio
Noviembre de 1918 en Francia, finaliza la primer guerra mundial, miles de pérdidas humanas, institucionales, devaluación económica, desconcierto, fracaso de las clases dirigentes y de la ciencia empeñadas en la empresa de destruir al hombre, estado de tensión no solo en los círculos intelectuales sino también en toda la población, que se vieron forzados a interrumpir sus hábitos de vida producto del conflicto bélico.
En consecuencia de éste cruzamiento armado surgieron nuevos posicionamientos ideológicos y culturales, nuevas tendencias artísticas y movimientos. También se empezó a cuestionar la confianza en el ser humano por parte de los intelectuales, el hombre era capaz de producir guerra y muerte. La humanidad había fracasado como tal.
Todos estos fracasos se unieron al desencanto existente en el arte plástico y literario, que eran recurrentemente aprovechados para justificar aquellos ejemplos vergonzantes. Esta situación dio sustento a un melancólico y absoluto sentido nihilista de un grupo de intelectuales profundamente afectados por la guerra, que promovieron una rebelión personal dirigida contra toda manifestación de esa naufragada civilización. (Llopis, 2010, pág. 3)
Este ambiente de insatisfacción propició el desencanto de los jóvenes con la sociedad, llevándolos a una actitud de rebeldía y abandono de los valores preestablecidos, a tener un papel crítico frente al conflicto. Esta necesidad de expresión liberadora no llevaría más que a un profundo sentimiento de nihilismo característico de esta época atravesada por el descontento frente a los fracasos de la humanidad.
En 1922 se produce la ruptura de un grupo de parisinos con el dadaísmo para, progresivamente, dar lugar al surrealismo francés alrededor de figuras como: Louis Aragon, Jacques Baron, André Breton, René Crevel, Robert Desnos, Paul Éluard, Benjamín Péret y Philippe Soupault. Estos hombres, contrarios al nihilismo radical y gratuito del movimiento dadaísta, no perdían la esperanza de conformar un hombre renovado dentro de un mundo mejor; por lo que tomaron parte de recientes postulados filosóficos y psicoanalíticos para poner en entredicho la realidad aparente y adentrarse en el interior del ser humano mediante el inconsciente y lo irracional, según los estudios de Sigmund Freud. (Llopis, 2010, pág. 8)
Noviembre de 1918 en Francia, finaliza la primer guerra mundial, miles de pérdidas humanas, institucionales, devaluación económica, desconcierto, fracaso de las clases dirigentes y de la ciencia empeñadas en la empresa de destruir al hombre, estado de tensión no solo en los círculos intelectuales sino también en toda la población, que se vieron forzados a interrumpir sus hábitos de vida producto del conflicto bélico.
En consecuencia de éste cruzamiento armado surgieron nuevos posicionamientos ideológicos y culturales, nuevas tendencias artísticas y movimientos. También se empezó a cuestionar la confianza en el ser humano por parte de los intelectuales, el hombre era capaz de producir guerra y muerte. La humanidad había fracasado como tal.
Todos estos fracasos se unieron al desencanto existente en el arte plástico y literario, que eran recurrentemente aprovechados para justificar aquellos ejemplos vergonzantes. Esta situación dio sustento a un melancólico y absoluto sentido nihilista de un grupo de intelectuales profundamente afectados por la guerra, que promovieron una rebelión personal dirigida contra toda manifestación de esa naufragada civilización. (Llopis, 2010, pág. 3)
Este ambiente de insatisfacción propició el desencanto de los jóvenes con la sociedad, llevándolos a una actitud de rebeldía y abandono de los valores preestablecidos, a tener un papel crítico frente al conflicto. Esta necesidad de expresión liberadora no llevaría más que a un profundo sentimiento de nihilismo característico de esta época atravesada por el descontento frente a los fracasos de la humanidad.
En 1922 se produce la ruptura de un grupo de parisinos con el dadaísmo para, progresivamente, dar lugar al surrealismo francés alrededor de figuras como: Louis Aragon, Jacques Baron, André Breton, René Crevel, Robert Desnos, Paul Éluard, Benjamín Péret y Philippe Soupault. Estos hombres, contrarios al nihilismo radical y gratuito del movimiento dadaísta, no perdían la esperanza de conformar un hombre renovado dentro de un mundo mejor; por lo que tomaron parte de recientes postulados filosóficos y psicoanalíticos para poner en entredicho la realidad aparente y adentrarse en el interior del ser humano mediante el inconsciente y lo irracional, según los estudios de Sigmund Freud. (Llopis, 2010, pág. 8)
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Algunas de las figuras más importantes del surrealismo. Se fotografiaban con los ojos cerrados para hacer referencia al estado de libertad de la mente al dormir. |
El surrealismo, que no es meramente “un movimiento artístico más”, sino una actitud ante la vida, transmite una afirmación intensa de la libertad, la esperanza de una vida humana de plenitud, la utopía de una mente dueña de todas sus posibilidades. En ese sentido, la invocación surrealista del sueño debe entenderse, ante todo, como la manifestación de una revuelta contra la aceptación “realista” de un mundo “mal hecho”, contra una actitud de aceptación resignada del dolor y el sufrimiento. Transmite una utopía de liberación plena de la mente, el sueño de la libertad sin límites. (Museo Thyssen-Bornemisza, 2013, pág. 8)
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Rene Magritte, La perspectiva amorosa, 1933 |
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André Breton |
En la definición que da Breton de su movimiento en el Primer Manifiesto surrealista en 1924, declara que el Surrealismo es un acto inconsciente del pensamiento y es una forma de conocer la verdad del funcionamiento psíquico, y que además esta verdad excluye a la razón, esto quiere decir que los surrealistas desestiman el predominio de la conciencia al afirmar que la verdadera esencia del hombre no está en su razón, sino que está en todo aquello que escapa a la razón, aquello que está por fuera de ésta y en lo que razón no puede legislar. En otros términos está haciendo referencia a los fenómenos inconscientes, al deseo, a la fantasía, a lo pasional y a las emociones más profundas. Ésta es la definición literal que da Breton sobre Surrealismo:
SURREALISMO: s.m. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar tanto verbalmente como por escrito o de cualquier otro modo el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, con exclusión de todo control ejercido por la razón y al margen de cualquier preocupación estética o moral.
ENCICLOPEDIA: Filos. El surrealismo se basa en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación que habían sido desestimadas, en la omnipotencia del sueño, en la actividad desinteresada del pensamiento. Tiende a provocar la ruina definitiva de todos los otros mecanismos psíquicos, y a suplantarlos en la solución de los principales problemas de la vida. Han hecho profesión de fe de SURREALISMO ABSOLUTO: Aragon, Baron, Boiffard, Breton, Carrive, Crevel, Delteil, Desnos, Eluard, Gérard, Limbour, Malkine, Morise, Naville, Noll, Péret, Picon, Soupault, Vitrac. (Breton, pág. 44)
En el prologo de la traducción de los manifiesto de Breton al castellano, Aldo Pellegrini hace una descripción muy interesante de lo que trata cada uno, citando textualmente a Pellegrini, este escribe lo siguiente:
El primero es expositivo, en él se presentan los principios del surrealismo y se revela una particular técnica poética, mejor dicho una técnica general para la creación, la interpretación de la vida y la utilización de los verdaderos instrumentos del conocimiento. El Segundo manifiesto plantea la importancia del surrealismo como concepción ética, y es en gran parte polémico. Quizás sea polémica por ser demasiado violenta, y quizás haya en ella un exceso de interpretaciones de hechos ocasionales que el tiempo ha demostrado erróneas, pero de todos modos es el documento de un estado de espíritu, de un modo apasionado y viviente de ser testigo del mundo y de lo que en él acontece. Este modo de vivir con pasión lúcida es el lema de un hombre que todo lo ha sacrificado a esa pasión y a esa lucidez. Los Prolegómenos a un tercer manifiesto significan finalmente un balance del surrealismo en sí, y del surrealismo en su confrontación con el estado de la sociedad actual. (Breton, pág. 8)
El estilo de estos manifiestos no es el habitual en las llamadas obras de pensamiento. Es un estilo apasionado, violento, de frases incisivas, arrebatadas, de ritmo cambiante, a ratos sereno, a ratos agitado por una extraña vitalidad. Breton utiliza en ellos el instrumento de la revelación poética; el instrumento y el lenguaje. Sólo la poesía tiene ese carácter estremecedor que la hace difícilmente soportable por las conciencias intranquilas. Breton es fundamentalmente un poeta, y al poeta corresponde ese grado de lucidez irrenunciable que todo lo cuestiona, ese tono de acusación que no se detiene ante nada. (Breton, pág. 11)
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Salvador Dalí, La persistencia de la memoria, 1934 |
Suele decirse que Breton y su círculo, fueron impulsados por la Obra de Sigmund Freud, pero en realidad ellos no eran freudianos, tenían sus propias teorías sobre el sueño y utilizaba del Psicoanálisis solamente lo que les era útil. Tenían un interés puramente artístico, en cambio Freud, tenía una preocupación científica y sus descubrimientos derivados del método analítico eran destinados al avance científico.
Bretón mantuvo correspondencia con Freud, en la que Freud le comenta que le hablaron muchas veces sobre ellos, pero que él realmente no entiende cual es el objetivo y el fin que el movimiento persigue, quizás sea por su espíritu cientificista, y cree que los surrealistas no están tomando sus ideas o si las toman, que realmente no las están interpretando de la manera correcta.
Aragon afirmaba que el interés de Breton por los sueños tenía por objeto resolver un problema poético concreto y carecía de relación con el psicoanálisis. Breton invoca a Freud tanto en el contexto de la escritura automática como en el del sueño, pero hace a la vez una distinción clara entre el interés que el surrealismo, con él a la cabeza, tiene en el mundo mental inaugurado por los descubrimientos de Freud y el enfoque de los médicos y psicoanalistas: ningún método, insiste, ha sido designado a priori para la investigación de “las profundidades de nuestra mente” y la realización de tal investigación “puede entenderse como el territorio de los poetas y también de los eruditos”. Los poetas tienen tanto derecho a seguir los hallazgos de Freud, a experimentar y explorar, como los psicólogos y los psicoanalistas. (Museo Thyssen-Bornemisza, 2013, pág. 38)
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Joan Miró, Mano apresando un pájaro, 1925. |
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Cifras y constelaciones enamoradas de una mujer, 1941 |
El planteamiento surrealista brota desde la poesía, y se ramifica en todos los ámbitos de la experiencia estética, articulándose también en el plano de la reflexión acerca de la dinámica y el funcionamiento del psiquismo humano. (Museo Thyssen-Bornemisza, 2013, pág. 15)
El ideal de belleza surrealista era el hecho lleno de extrañeza e incomprensibilidad, secretas correspondencias, incongruentes imágenes en las que no hay una explicación racional, vienen de un mundo paralelo. Imágenes repulsivas, espontaneas y sin censurar por la mente consciente.
La racionalidad no tiene una forma fija y en su búsqueda los surrealistas acudieron al arte de los niños, ya que estos no estaban reprimidos como sus padres. También lo fue el arte de los locos o enfermos metales, para ellos la locura era la forma suprema de rebelión, el gran no de la mente a un mundo intolerable.
El surrealismo propone que la imagen surrealista no surge de la percepción consciente del espíritu y que su belleza está en la chispa que produce al observar la aproximación de realidades lejanas de la que surge la luz de la imagen.
Nada ha sido igual en la cultura de nuestro tiempo después de la irrupción del surrealismo en la imagen. El surrealismo ha sido, y en alguna medida todavía es, un catalizador, un impulsor, de un proceso de liberación del psiquismo y de expansión de lo sensible en el que ya no hay vuelta atrás. (Museo Thyssen-Bornemisza, 2013, pág. 15)
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René Magritte, Los amantes, 1928 |
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El hijo del hombre, 1964. |
Consideran al sueño como uno de los ámbitos más trascendentales de la experticia de la vida, lo onírico transmite la liberación plena de la mente, la libertad sin límites.
Para la era moderna, no cabe ninguna duda de que La interpretación de los sueños de Freud (1900) ha sido el texto fundamental. El propio Freud, como fundador del psicoanálisis, consideraba la interpretación de los sueños su descubrimiento capital. Lo que atrajo a los surrealistas fue, por encima de todo, la revelación de que soñar constituía una parte importante de nuestra actividad psíquica, de nuestra vida mental, incluido el subconsciente. (Museo Thyssen-Bornemisza, 2013, pág. 37)
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Salvador Dalí, Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar, 1944. |
Bibliografía
Breton, A. (2001). Manifiestos del Surrealismo . Buenos Aires : Argonauta .
Llopis, C. M. (2010). La francia de los enfants terribles. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México , 3.
Museo Thyssen-Bornemisza. (2013). Congreso Internacional "El Surrealismo y El Sueño". Museo Thyssen-Bornemisza.